“Zagreo es considerado
generalmente como hijo de Zeus y Perséfone y el “primer Dioniso”. Para
engendrarlo, Zeus se unió a Perséfone en forma de serpiente. Zeus, que sentía
por él un particular afecto, lo consideraba como su sucesor y le tenía
destinada la soberanía del mundo. Pero los Hados dispusieron otra cosa. Por
precaución contra los celos de Hera, el pequeño Zagreo fue confiado por Zeus a
Apolo y los Curetes, quienes lo educaron en los bosques del Parnaso. Pero Hera
supo descubrirlo y encargó a los Titanes que lo raptasen. Zagreo trató en vano
de escapar a ellos metamorfoseándose. Adoptó principalmente la forma de toro,
pero los Titanes lo despedazaron y lo devoraron, en parte crudo y en parte
cocido. Palas sólo pudo salvar el corazón, palpitante aún. Apolo recogió
algunos restos diseminados y los enterró cerca del trípode de Delfos. Pero la
voluntad de Zeus devolvió la vida al niño, sea porque Deméter uniese lo que
restaba de él, sea porque Zeus hiciera absorber a Sémele el corazón de Zagreo,
fecundándola así del “segundo Dioniso”. También se contaba que había sido Zeus
el que había absorbido el corazón del niño.
Zagreo es un dios órfico, y
su leyenda pertenece a la teología de los misterios órficos. Al orfismo
principalmente debe atribuirse la identificación del héroe con Dioniso.
Esquilo, por el contrario, lo llamaba “un Zeus subterráneo” y lo asimilaba a
Hades.”
(Pierre Grimal, Diccionario
de mitología griega y romana)
“Zeus fulmina a los Titanes
(…) Plutarco insiste sobre la relación entre el castigo de los Titanes y la
naturaleza del hombre, que es dual, porque hay en ellos parte de los Titanes y
parte de Dioniso (…) Lo más interesante, y que relaciona el mito de los Titanes
con las creencias religiosas órficas, es que de los restos dejados por los
Titanes [que se habían comido a Dioniso] tras su fulminación, surge la raza
humana”
“También debía de referirse
el poema al nuevo papel asumido por el dios [Dioniso/Zagreo] tras su
resurrección. Parece que Dioniso ascendía a los cielos acompañando al Sol y
seguía velando desde allí la marcha de los acontecimientos del mundo.”
(Hieros logos, Poesía órfica
sobre los dioses, el alma y el más allá, edición de Alberto Bernabé)
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